Tip de Seguridad # 12 - Café y Robots
Me habían preparado un rico café en la casa que estaba compartiendo con la familia de un amigo, y me fui al único cuarto donde podía tener una reunión por Zoom. Me senté en la cama y el lugar más cómodo para apoyar el café, es decir, sin moverme de donde ya me había sentado, era sobre el colchón. Al mismo tiempo, era el lugar más inestable del cuarto para apoyar un recipiente con líquido sin tapa, y lo sabía. Me paré para abrir la ventana, me volví a sentar, y empecé a sentir un calor en el glúteo izquierdo. Las sábanas y colcha se tiñeron de marrón, y ni siquiera era mi cama.
Un análisis prematuro diría que el problema fue que me olvidé de que estaba apoyado el café. Pero el verdadero problema de raíz fue: a) hacer lo que sabía que no era más seguro, y, más importante, b) descansar en la memoria humana. Si nos dejamos depender sólo de la memoria para que evitar que algo malo ocurra, en algún momento ocurrirá. Se podría interpretar que menosprecio las habilidades humanas al decir que el cerebro humano no es confiable. Algún humano podría tomarlo como una ofensa personal y me podría responder, agraviado, “¿por qué no confiás en mi memoria?”. Y seguro que hay personas con gran memoria, son muy atentos y “no se les escapa nada”. Pero para que quede muy claro, lo que digo es que la memoria no es el elemento más confiable a la hora de ser una herramienta que determine la seguridad de un proceso.
No es ni bueno ni malo, es simplemente la realidad con la que venimos al mundo, y cuanto más lo tengamos en cuenta a la hora de diseñar tareas, más segura será su ejecución. No somos menos valiosos por aceptar que el cerebro no siempre actuará garantizando nuestra seguridad, porque no somos robots, y eso es positivo.
Incluso el famoso libro Perry, la gran enciclopedia de la ingeniería química [1], en su capítulo sobre Seguridad de Procesos dice que “[...] es mejor diseñar plantas user-friendly que puedan resistir el error humano y la falla de equipos sin serios efectos a la seguridad, el medio ambiente, el producto y la eficiencia”. Estoy de acuerdo con vos, Perry, la seguridad debe resistir a la memoria.
No estoy diciendo que los robots son mejores que los humanos, no debemos caer en el falso dilema de robots versus humanos que Terminator dejó en nuestro inconsciente colectivo. El objetivo es que los robots nos ayuden a vivir mejor y potenciar nuestras habilidades humanas, como la visión de Steve Jobs respecto a las computadoras. Lo que mejor tienen los humanos es tomar las mejores decisiones para uno mismo. Y una de ellas es dejar que los robots hagan lo mejor que saben hacer para nuestro beneficio, trabajos repetitivos como recordar fechas u horas, contar, o calcular, que lo hacen mejor que los humanos, o consistentemente con menos errores. Así nos daremos más tiempo y espacio mental para dedicarnos a cuestiones más... humanas.
Que no se malinterprete. Admiro una gran memoria y los concursos en donde las personas pueden recordar el orden exacto de más de 3000 cartas mezcladas al azar [2]; hay muchos beneficios en ejercitarla y en recordar a los nombres de todas las personas que conocemos en una fiesta [3], pero el problema surge cuando le damos una papel protagónico en un engranaje (proceso) del cual depende la seguridad humana.
En el fondo ya lo sabemos. Por eso tenemos agendas, alarmas, reglas mnemotécnicas, libros, mantras y rezos, y leyes y constituciones que nos recuerdan cómo deberíamos comportarnos para convivir en sociedad. Y hábitos, que es una forma de “automatizar” aquellas actividades que nos hacen bien, y por eso son tan importantes los hábitos saludables; y tan malos los... malos hábitos.
Hay una parte positiva, y es que la próxima vez que nos olvidemos de algo que nos genera un disgusto, no nos tenemos que auto-reprendar por nuestra mala memoria; es mala por diseño. Canalicemos el mal trago para mejorar nuestros ayudamemorias con la herramienta que mejor nos acompañe: hábitos, agendas, alarmas, etc.
La última vez que mi tía Claudia me invitó a comer a su casa, me preparó un pan de carne. Esta vez, como varias veces anteriores, se olvidó de sacarlo a tiempo y, según ella, le salió un poco seco (aunque para mi estaba riquísimo). El horno es eléctrico y le pregunté a mi tía porqué no usaba el timer del mismo. “Si, debería usarlo”, me respondió. A veces las costumbres es lo que más cuesta cambiar. Cada vez que mi novia pone a hervir porotos se olvida de sacarlos a tiempo, y la olla se queda sin agua, y los porotos se queman y pegan a la olla. Y cada vez que pasa le digo “ la próxima vez ponete el timer del teléfono”. Este recordatorio no ha probado ser efectivo y yo también debería cambiar mis métodos. Quizás comprar un temporizador exclusivo de cocina (lo acabo de comprar en Mercado Libre). Lo que tuvieron estas dos experiencias en común fue descansar en la memoria para una perfecta cocción y que ambas se sintieron mal por haberse olvidado. Podemos evitar las dos situaciones con una simple alarma o cocina que se apague automáticamente; en este sentido las cocinas eléctricas tiene una ventaja sobre las que son a gas, y cumplirían con la recomendación del Perry respecto a resistir el error humano.
Ahora, ¿que me podría haber ayudado a no derramar el café en mi glúteo? En este caso ningún robot, sino mi hábito de prestarle atención a mi voz interior que me avisó que estaba haciendo lo más inseguro y hacerle caso. Y para ello debo entrenar día a día. Cuando suena la alarma interior “sé que hay una forma mejor y más segura de hacer esto” tenemos que escucharla.
Voy a finalizar haciendo hincapié en lo más importante: “La memoria no es el elemento más confiable a la hora de ser una herramienta que determine la seguridad de un proceso.” ¿Es contradictorio si digo “¡Recuerden esto!”?
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